Uno de los encantos del otoño, de los secretos mejor guardados de Menorca, se esconde celosamente en los bosques, en las ‘tanques’, en los barrancos. Es un encanto puntual, un secreto intermitente, regalo de la Naturaleza no siempre todo lo generosa que más de uno querría. Nos referimos a las setas.
La tradición setera de la Isla es una de las más curiosas. Hay bastantes expertos y muchos aficionados, aunque no lo parezca, y unos y otros comparten la voluntad de preservar los rincones donde es posible hacerse con deliciosos rovellones, rúsulas, negrillas, senderuelas, anisadas o lacarias.
La tarea no es fácil por mucho que se consulten guías especializadas, sobre todo, para los neófitos. Buscar setas requiere calma, paciencia y un ojo un tanto especial, y en Menorca respetar, además, tradiciones como “el rotge de sa madona”, el espacio que se reserva en cada “lloc” para que los payeses que lo trabajan recolecten setas.
Asomarse a esta tradición, no exclusiva de la Isla, es más sencillo si se cuenta con la compañía de un menorquín y puede ayudar también entrar en contacto con el Cercle Micològic de Menorca “Dr. Saurina”, una asociación sin ánimo de lucro creada en 2012 con el objetivo de recoger, canalizar y fomentar el interés por las setas.