A cada cerdo le llega su San Martín: «les porquejades»

En la cultura menorquina, los animales cobran un protagonismo muy destacado. Si el caballo se convierte en el rey de todas las fiestas, al cerdo también se le honra aunque sea a través del sacrificio. Al acto de matarlo se le denomina “anar de porquejades” y estas “porquejades” se celebran durante los meses más fríos, aproximadamente desde San Martín en febrero hasta el carnaval. De esta forma, embutidos y sobrasadas pueden secarse como es debido.

En la Menorca payesa de antaño, se convertía en una gran fiesta que duraba tres días donde amigos y familiares se reunían para trabajar duro y compartir comida y risas. La vigilia servía para preparar bien todos los utensilios, comprar los condimentos y hacer comida para todo un regimiento. Con el primer rayo de sol se mataba el cerdo, se escaldaba y se pelaba. Se aprovechaba todo, desde la piel hasta el rabo. Las mujeres eran las encargadas de limpiar las tripas y hervir la carne, las cortezas o las orejas. También tenían que ir trabajando la carne para la sobrasada y la “carn-i-xulla” hasta que quedase bien fina.

porcades

Foto Ara Balears

 

Normalmente los hombres se encargaban de pastar los embutidos, mientras que las mujeres cosían las tripas para poder hacer los embutidos. Después de condimentar los embutidos, se rellenaban las tripas con cuidado y se colgaban en la parte de arriba de las casas en lugares de difícil acceso para curiosos y depredadores. El último trabajo consistía en limpiar todas las herramientas y materiales utilizados. Siempre se encontraban momentos para descansar o bailar.

sobrassada

Hoy en día los tiempos han trasmutado la forma de llevar a cabo el trabajo y lo que duraba tres jornadas, se reduce a una y media. Las “porquejades” continúan siendo un ritual festivo de amigos donde se come gastronomía menorquina como “crespellets” o “greixeres” de moniato y se puede bailar un fandango o un bolero menorquín.

El resultado son las sobrasadas, la “carn-i xulla”, los “botifarrons”, los “camots” o la “llonganissa” que por suerte, no tienen nada que envidiar al jamón de bellota.