Hemos hablado muchas veces del sueño de poder vivir en Menorca, un sueño que podría tener distintas formas más o menos convencionales pero que seguro, jamás imaginamos proyectar nuestra vida en una auténtica cueva, perfectamente adaptada. Un lugar singular y muy especial situado en la Cala Santandria, una cueva encima del mar, a unos 50 metros de la playa en la orilla norte. Un lujo exótico de tranquilidad, sobretodo durante el invierno, cuando la Cala y parte de la isla queda en silencio.
La historia de esta cueva casa nos permite hablar con su propietaria, Gisela Offen quien decidió venir a vivir a Menorca junto a su hija en 1975. Su marido había construido el bar de la cueva contigua y fue él mismo quién decidió habilitar esta cueva para la familia. En aquellos años no existían hoteles en la zona y solo había dos o tres chalets construidos. El resto era todo terrenos.
Parte de la casa está excavada en la cueva natural pero hay una parte que se excavó en la roca. Sus propietarios elaboraban esculturas en las paredes de marés e incluso acababan por vender algunas a los curiosos turistas que pasaban por la zona. En la vivienda hay dos dormitorios pequeños, un lavabo, una pequeña cocina, una sala y un showroom para las esculturas. También dos terrazas, una mas grande que la otra así como una zona de barbacoa. Hace unas décadas también tenían un depósito de agua que acabaron reconvirtiendo en una pequeña habitación. El suelo es de cemento con unos grabados que le otorgan una gran personalidad. Cada estancia dispone de oberturas y vistas espectaculares sobre el Mare Nostrum.
Es una casa ideal para inspirarse, sobretodo en invierno cuando rezuma tranquilidad, y los rayos de sol invaden toda la casa, gracias a su orientación al sur. La sensación térmica es siempre muy agradable ya que la cueva, por su naturaleza, mantiene una temperatura ideal tanto en verano como en invierno. El inconveniente de los meses de julio y agosto es que se impregna de la actividad del bar que tiene como vecino.